25.11.04

Furbo


Posted by Hello

    Este fin de semana, no se si lo sabrán, se enfrentaron el Barcelona y el Real Madrid. El DERBY, así, tal cual, con mayúsculas (por cierto que se podría bromear sobre el hecho de que a un partido entre rivales irreconciliables se le llame con el anglicismo que originalmente define una carrera de caballos...). Por si no lo saben, ganó el Barcelona por tres a cero. Y por si tampoco lo saben, andan en Barcelona eufóricos porque por fin hay un equipo con aspiraciones a ganar algo y en Madrid los más tremendistas hablan de un fin de ciclo y la necesidad de renovar la plantilla.

    Hasta aquí los hechos deportivos en sí. Pero, para bien o para mal, el fútbol ya no es un deporte, es algo más grande. Es un fenómeno sociológico o un espectáculo al más puro estilo Hollywood.

    En un partido ya no se dirime sencillamente qué equipo es mejor o tiene más acierto o más suerte: se dirimen odios, rivalidades y rencillas. Pero no por parte de los teóricos protagonistas del evento, los futbolistas, si no por parte del espectador, que delega en ellos para que demuestren que él es mejor que los aficionados del otro equipo. Y no hablemos cuando los deportistas son depositarios de valores nacionales o patrióticos, cuando lo que se dirime no es la supremacía de una persona sino la de una comunidad o una nación. En este sentido, el fútbol tiene un valor terapéutico incuestionable, es para muchos una válvula de escape de frustraciones y tensiones, una huida del stress de la vida cotidiana. Es el tópico opio del pueblo, el "furbo" populachero y castizo.

    Lo malo, como con todas las drogas, es que cuando se abusa de ésta se pierde el control y la persona se vuelve irracional, siendo capaz de llegar a límites incontrolables. La máxima bajo la cual nació la máxima competición deportiva, los Juegos Olímpicos, según la cual el enfrentamiento deportivo sustituía al enfrentamiento bélico y se firmaban treguas, que tan bien podría funcionar aquí, es obviada y anulada. Por culpa de los partidos de fútbol la gente se vuelve violenta. Se insulta sin necesidad. Se injuria a madres, padres y quien haga falta. Se vuelve uno xenófobo. Se vuelve uno racista. (Ojo, no digo que esto ocurra con todos los aficionados... de hecho es una minoría, pero lamentablemente muy significativa). En el extremo más lamentable, algún partido de fútbol fue el disparadero de una guerra: un partido entre Honduras y El Salvador en 1969 fue la excusa final para desencadenar un conflicto que se llevaba incubando desde hacía tiempo, y unos cuantos años antes pasó lo mismo en un partido entre Gabón y el Congo...

    El otro acercamiento que hoy impera en el fútbol es el de espectáculo. Los equipos son presentados a comienzo de temporada con una parafernalia digna de un gran estreno cinematográfico, los aficionados se visten con colores llamativos, se aplauden las filigranas, el pase imposible, el regate juguetón, el remate imprevisible... pero sobre todo se aplaude el gol, con gritos a nivel ciertamente orgásmico, algo en lo que cada vez más jugadores ayudan mediante celebraciones a cual más estrambótica... Aún existen las piñas humanas y los abrazos entre jugadores, o la dedicatoria a la grada, pero son cada vez menos frecuentes... ahora tenemos al jugador que baila (cualquier estilo vale, desde la samba a la rumba), el que da el pase torero, el que hace la acrobacia circense, el que acuna imaginariamente a su bebé, los remeros... hasta el que imita a un perro orinando en el banderín de corner.

    En esta visión del fútbol como espectáculo, el espectador no hace representante de sus frustraciones a su equipo. Más bien se identifica plenamente con él, decantándose fervientemente por uno de los contendientes. Entonces el fútbol adquiere tintes teatrales o cinematográficos, ya no estamos ante un partido sino ante una obra de teatro representada ante nuestros ojos. Una película de "buenos" y "malos" donde es fácil ver qué equipo asume cada papel. Y cuando los "buenos", o sea los "nuestros", pierden, se desencadena el drama. El espectador llora cuando su equipo pierde una final, o desciende de categoría. Como si el protagonista de una película con quien se haya identificado muriera. O, toquemos madera, como si le pasara algo a un ser querido.

    Cuando alguien me pregunta si me gusta el fútbol, suelo usar una frase del ínclito ex-presidente del Barcelona, Joan Gaspart, que preguntado sobre si prefería que su equipo jugara bien a que ganara, declaró que obviamente prefería lo último, y en un acto de lucidez sincera (de los pocos que le recuerdo) dijo, "Es que a mí no me gusta el fútbol. Yo soy del Barça". En esta frase memorable queda perfectamente definido el concepto teatral del fútbol. Uno, como el señor Gaspart, ve un partido como quien ve una película, donde el bueno es sempiternamente el Barça. No he llegado a llorar con los fracasos del equipo (menudos últimos cinco años habría pasado, entonces), aunque evidentemente hay disgusto o alegría al final del partido, del mismo modo que una película con final feliz me alegra y otra con final triste me entristece.

    Quitando alguna eliminatoria de fases finales de Mundial, que aún puedo ver con el ojo de quien quiere degustar un buen partido, y entonces me decanto por el que mejor juega, a uno el aspecto deportivo del fútbol le importa un comino. Pero soy del Barça. Igual que en cine soy de Spielberg, o de Coppola, o de Ford, o de Star Wars. Y otros son de Kubrick, o de Wilder, o de las películas Dogma. O del Real Madrid o el Sporting de Gijón.

    Nota forofa: aquest any si?

Imagen tomada de http://www.futbol.sportec.es/