Las paridas de El Gatu

24.12.04

La música de la noche

Posted by Hello

    Si observan el perfil descrito arriba, sabrán ustedes de mi pasión por el musical, donde encuentro la combinación ideal de dos de mis pasiones, la narración de historias (en teatro, cine, literatura, tebeo... da igual) y la música. Así que aunque no disponga ahora de demasiado tiempo para ir al cine (y lamentablemente, tampoco muchas ganas, pues pocas cosas suele haber en la cartelera que me llamen la atención), el estreno de la versión fílmica del musical de Andrew Lloyd Webber El fantasma de la ópera se convirtió en una cita ineludible.

    El problema, el de siempre, con las adaptaciones de un medio a otro es la comparación con el material original. Personalmente en este caso, pedía a la película que aportara algo intrínseco al medio fílmico, algo que el teatro no hubiera podido ofrecer. Lo malo (para algunos lo bueno, me imagino) es que la película, algún cambio argumental aparte que comentaré más abajo, es absolutamente fiel al original. Por tanto, para aquellos que ya hemos visto la representación teatral no aporta nada en absoluto. Es más, algún error de reparto desmerece el resultado final. Sin embargo, los que no tuvieran oportunidad de ver el original, se van a encontrar con un ESPECTÁCULO, con mayúsculas, un monumento a la ampulosidad, sin llegar a los niveles de horterismo y mareo presentes en Moulin Rouge, por ejemplo, pero pleno de fuerza. Tal como lo concibió su creador y sus colaboradores.

    Joel Schumacher consigue, en mi opinión, su mejor trabajo -al menos entre los que le he visto, superando a Un día de furia, otra buena película- al dar a la película un ritmo endiablado pero no estresante, yendo con habilidad de primeros planos a planos más amplios, encadenando adecuadamente las escenas... Y hay que descubrirse el sombrero ante los responsables artísticos (director de producción, maquillaje, vestuario, decorados...) que hacen un excelente trabajo, no tanto en la recreación fiel de una época sino más bien en la recreación de un mundo irreal de ópera bufa, multicolor y vivo. Supongo que serán pasto de nominaciones a los oscars y premios varios...

    La cuestión es que lo que era espectacular en teatro, no lo es tanto en cine... El asombroso cambio de decorados, de la habitación de Christine a la laguna subterránea, del escenario a la caverna del fantasma, la caida de la lámpara... en un teatro provocaba admiración, pero en estos tiempos de efectos digitales fílmicos no llaman la atención, con lo que ahí desaparece gran parte del sentido de maravilla presente en la obra de Webber.

    El guión, una tópica historia de amor a tres bandas, centrándose en el destino cruel del rechazado fantasma, sólo sería capaz de presentar fuerza si hay química entre los personajes, algo que brilla por su ausencia en la película (y no sólo en la interpretación de los actores, si no también en el doblaje, aspecto que trato más abajo). Es verdad que Emmy Rossum como Christine es capaz de transmitir inocencia y desamparo en primer lugar y finalmente madurez y tensión sexual, pero ninguno de sus oponentes masculinos, muy guapitos ellos, eso sí, son capaces de ponerse a su altura. Ni Gerard Butler como el fantasma ni Patrick Wilson como el vizconde pueden poner en pie el triángulo base del argumento, con una actuación fría y falta de emociones en las miradas y movimientos. Por no mencionar que al hacer que el personaje del fantasma sea mucho más joven que en el original puede que se permita aflorar mejor la tensión sexual con la protagonista, pero se hace desaparecer el matiz paterno-tutorial de su relación, que planteaba cierta ambigüedad enfermiza más que interesante... Otra cosa son los secundarios, que rayan a gran altura, en especial Miranda Richardson como la enigmática Mmme Giry y Simon Callow como uno de los propietarios del teatro.

    El guión gana enteros con la inclusión de un adecuado flash-back contando la historia del fantasma, en un tono de drama decimonónico a lo Victor Hugo más que correcto, la inclusión del duelo a espada en el cementerio, narrada con nervio por Schumacher o el cambio de ubicación de la escena más espectacular de la obra, la caida de la lámpara, que en la obra original suponía el clímax final del primer acto y aquí, en un hábil sentido cinematográfico, se convierte en la puerta al desenlace.

    Al final, nos queda la música. Porque la auténtica fuerza de la obra de Webber esta ahí, y la película de Schumacher consigue mantenerla. Merito de su habilidad artesanal o de la vigencia de la partitura del compositor, eso ya no lo sé. Pero la cuestión es que los diferentes temas se nos meten dentro a la primera y logran transmitir el poder del drama, o la fuerza del amor, o la catarsis de la tragedia. Raro es el espectador -nuevo a la obra o ya avezado en ella- que no siga tarareando las canciones bien terminada la película. Las melodías se ajustan a la perfección a cada uno de los momentos, y muchas veces hacen ociosa la comprensión de las letras...

    ...algo afortunado para el espectador español, me temo, porque el estreno de una única copia doblada por completo nos impide disfrutar de las voces originales que, sobre todo en el caso -otra vez- de Emmy Rossum, cumplen más que correctamente. No son ni Michael Crawford ni Sarah Brightman, de acuerdo, pero nos hacen odiar aún más esta versión doblada. Porque las voces españolas no consiguen transmitir emoción en ningún momento, y encima, al menos en el cine en el que uno vio la película, la mayor parte de las veces eran ininteligibles. Vale que el original no es Shakespeare, ni siquiera el Tim Rice de un Jesucristo Superstar o Evita, pero sí que es mejor que la versión de rima forzada e imágenes inocuas que tenemos en castellano.

    Pero, insisto, la música tiene tal poder que sobrepasa estas limitaciones. Yo les recomendaría que esperaran a ver si llega a nuestras pantallas una versión original con subtítulos o esperar a que salga el dvd... porque ahí si que podrán sumergirse plenamente en la música de la noche. Claro que si, como a mí, les pica el gusanillo del musical y no tienen paciencia, pues lo estrenado es un correcto sucedáneo.

Imagen © Warner Bros

22.12.04

Canto rodado al mar Mediterráneo.



Posted by Hello

    Por una vez, y ojalá sirva de precedente, las han clavado. De lleno. O por lo menos, para servidor de ustedes, que ya se sabe que en el proceloso mar de los gustos y preferencias, todos navegamos a donde nos da la gana y naufragamos lastimosamente o llegamos a buen puerto según nos lleve la corriente. Ante el farragoso mundo de las listas de "lo mejor", elegidas por profesionales del medio o el pueblo soberano, y guiadas muchas veces por vaya usted a saber qué criterios, todos, yo el primero, faltaría más, nos volvemos críticos y expresamos a voz en grito si es preciso nuestro desacuerdo más falaz y presuntamente objetivo. Que cómo está tal canción/película/tebeo/novela ahí... cómo es que se han olvidado de tal canción/película/tebeo/novela... éste/a no es el/la mejor ni de lejos... y bla bla bla.

    Pues bien, veo la elección para la mejor canción de los últimos cincuenta años publicada en la revista Rolling Stone, o la emitida por Televisión Española... y me descubro, ladies and gentlemen. Porque, dejando preferencias personales aparte y que a lo mejor según el momento mi elección variaría, no las encuentro mejores. Ni de lejos. Y para que haya de todo, la lista de Rolling Stone la han hecho profesionales (críticos y músicos) y la de Televisión Española es producto de votación popular.

    Y es que tendemos a desconfiar de los premios y listados otorgados por los críticos por nuestra secular desconfianza a ese gremio, por la tendencia que creemos ver (y a veces hay que reconocer que existe) a caer en un elitismo exagerado, a buscar oscuros arcanos estéticos y despreciar lo que es pasto de popularidad. Y si la elección es hecha por profesionales, sonreimos de manera pícara y nos da por pensar en la dosis de amiguismo y/o pago de favores que pueda haber detrás (algo que también por desgracia ocurre a veces). En el extremo opuesto, desconfíamos del gusto populachero del vulgo cuando nos conviene (o sea, cuando no coincide con el nuestro), y despreciamos una hipotética tendencia del mismo a lo hortera.

    Evidentemente, la solución ideal estaría, como tantas otras veces, en el término medio. Por un lado, nadie como un profesional (crítico o artista) para conocer los resortes y esfuerzo que están detrás de una obra maestra... y por otro, hay que recordar que una obra maestra no es tal si sólo es apreciada por cuatro gatos... la transcendencia de una obra no sólo se mide en su calidad intrínseca, sino también en su impacto en un sector importante (ojo, no necesariamente mayoritario) de la población.

    Divagaciones aparte, la mejor canción de los últimos cincuenta años para Rolling Stone es Like a rolling stone, de Bob Dylan. Y uno lee esto, y antes de ponerse a pensar si hubiera hecho otra elección, la tararea mentalmente... y se vuelve a estremecer, como cada vez que la ha escuchado. Y está de acuerdo. La mejor. Sin duda. Que me digan que canción tiene una combinación tan perfecta de letra poética y mordaz, estribillo potente, melodía pegadiza y voz con personalidad. Dylan canta, más bien recita, con su voz de chivo loco habitual una letra llena de reprobaciones a una muchacha bien venida a menos, transimitiendo en las inflexiones de su garganta toda la mala baba que es capaz de salivar. "Hubo una vez en la que vestías elegantemente, en la que en tu mejor momento tirabas como limosna a los vagabundos una moneda de diez centavos, ¿no es así? (...) Ahora ya no hablas tan alto, ahora ya no pareces tan orgullosa de tener que mendigar para tu próxima comida." Dylan no tiene piedad del objeto de su crítica, termina cada verso con una acusación a voz en grito, un reproche sin piedad...

    Pero Dylan no se queda ahí, en las siguientes estrofas su ataque se acentúa y se hace más virulento, su voz se hace cada vez más estridente y acusadora... "Nadie te enseñó como vivir en las calles y ahora te encuentras con que debes acostumbrarte a ello (...) Mejor te quitas el anillo de diamantes y lo empeñas, nena (...) Cuando no se tiene nada, no se tiene nada que perder. Ahora eres invisible, no tienes secretos que ocultar"... culminando su ataque en ese poderoso estribillo cruel "¿Qué se siente al estar sola, sin saber ir al hogar, como una auténtica desconocida, como un canto rodado?".

    La melodía es muy sencilla y potente, permitiendo al cantante escupir en un casi unico acorde en la parte fundamental de las estrofas la descripción de la joven "en su mejor momento", mientras que el puente previo al estribillo aporta algún ligero matiz más, permitiendo a Dylan acentuar el reproche. Instrumentalmente, los teclados de Al Kooper envuelven la canción como una sábana, mientras que el resto de la instrumentación se oye confusa, con excepción del inevitable fraseo de harmónica final, toda una rúbrica a una maravilla de canción...

    En España el pueblo soberano ha elegido Mediterráneo como mejor canción... y como en el caso anterior, aunque según el momento seguro que se me vienen a la cabeza otras canciones, la tarareo... y caramba, que tampoco la hay mejor. Se combina, una vez más, una letra soberbia plena de implicaciones y una música evocadora y pegadiza. Serrat hace un homenaje al mar que le vió nacer recordándonos que es el mar cuna de nuestra civilización, haciendo de él ese paraiso en el que todos querríamos descansar tras morir.

    El mérito del cantautor catalán es conseguir que todos nos sintamos hijos del Mediterráneo, y lo consigue mediante una letra universal, que alude a cosas que nos afectan a todos, seamos del Mediterráneo o del Atlántico o de tierra adentro. Todos recordamos al oir esta canción nuestros primeros juegos infantiles ("mi niñez sigue jugando en tu playa"), o los primeros escarceos amorosos ("escondido tras las cañas duerme mi primer amor") o, en definitiva, todas esas experiencias que nos han formado ("amontonado en tu arena guardo amor juegos y penas"). Pero no sólo eso, sino que el amor a ese mar deviene el amor a la tierra que nos vio crecer y el orgullo por pertenecer a ella ("llevo tu luz y tu olor por donde quiera que vaya").

    Serrat se presenta hábilmente como personaje en la canción mediante una imágen tarambana y pícara de la que todos quisiéramos ser cómplices por lo que implica de aventura y amor a lo desconocido ("Soy cantor, soy embustero, me gusta el juego y el vino, tengo alma de marinero"), que ansía un final poético y relajante tras la muerte, "en la ladera de un monte más alto que el horizonte", aunque también con esa pequeña ansia de transcendencia que todos queremos, ese deseo de perdurar más allá de la muerte ("mi cuerpo será camino, le daré verde a los pinos y amarillo a la genista"). Eso sí, sin olvidar una humildad profunda, casi como pidiendo unas innecesarias excusas ("Qué le voy a hacer si yo nací en el Mediterráneo).

    Serrat consigue armonizar todo este contenido y amoldarse a un uso de la rima que no ofende ni empalaga (algo que también bordea y consigue evitar de manera soberbia Joaquín Sabina en Calle Melancolía, canción que todo sea dicho uno echa de menos en ese listado de lo mejor...). En cuanto a la melodía, está llena de matices, es compleja y sin embargo fácil de recordar, con un ritmo que imita genialmente la cadencia del mar y un Serrat cantando en plenitud de facultades, alternando un inicial fraseo en cada estrofa que incita a la reflexión con una inflexión vocal poderosa que refleja una convicción profunda en lo que dice... Finalmente, cabría destacar el bonito arreglo de Juan Carlos Calderón, productor musical que a veces se dejaba llevar demasiado por la ampulosidad (otras canciones de ese disco lo reflejan), pero que aquí se somete al intimismo que requería el tema y consigue una ambientación subyugante.

    Dos canciones para oir una y otra vez. Eso sí, en sus versiones originales, háganme caso. Aunque otros han sabido hacer versiones dignas, estos temas son hijos de un autor concreto en un momento concreto. Y suenan hoy como nuevas. Es otro punto a favor de su calidad.

    ¿Habrían ustedes elegido otras? No se corten, díganlas aquí y mencionen sus razones.

16.12.04

Ciclos


Posted by Hello

    Somos animales de costumbres (y, a veces, como decía la sin par Mafalda, de costumbre animales... aunque eso es otra historia). Nuestra vida (dejando aparte el ocasional acontecimiento inesperado) transcurre en fases cíclicas fácilmente predecibles en su mayor parte. A períodos más o menos calmados suceden momentos frenéticos y agobiantes, todo ello en un ritmo irrevocable, cruel o felizmente, según el punto de vista.

    Tomen el caso de los profesores, por ejemplo... En una profesión tan proclive al síndrome del quemado como ésta, hay dos primeros ciclos evidentes: el que va de lunes a viernes y el que va de sábado a domingo (fácilmente ampliable este a puentes y otras festividades), en los que los humores se alteran radicalmente según se este en uno u otro. En un nivel más elevado, estaría el ciclo vacacional, esta sensación que muchos tienen (o tenemos) de ir saltando de vacación en vacación: de verano a Navidad, de Navidad a Semana Santa, de Semana Santa a verano... así ad infinitum.

    Pero dentro del ciclo laboral hay a su vez otros ciclos delimitados por la organización académica del curso. Hay un momento por trimestre, cuya duración puede estar entre una y dos semanas, según el número de grupos a los que se imparte clase, en el que la actividad del profesor se vuelve delirante, en el que el nivel de stress aumenta, se disparan las subidas de adrenalina... aumenta el insomnio, la preocupación por cumplir el trabajo a tiempo, se abandonan provisionalmente casi todas las actividades de ocio... Es la época de exámenes y evaluaciones (sufrida también, todo sea dicho, por cierta parte del alumnado, esa que, con diferentes grados de responsabilidad, anda preocupada por cumplir con su trabajo también).

    Que no se sonrían esos malpensados que andan siempre hablando de la pereza del profesor ni que se me echen a la yugular los profesores... no pretendo, desde luego, dar a entender que fuera de este ciclo evaluador la actividad docente sea menor... eso dependerá de cada persona y de cómo se implica en su trabajo, como ocurre, a fin de cuentas, con todas las profesiones. Lo que sí pretendo dejar claro es que fuera de los ciclos examinadores, aunque el volumen de trabajo sea a veces similar o incluso mayor, se toman las cosas con más calma y placidez, con menos histeria...

    Así que pasado la tormenta evaluadora, se relajan músculos y cerebro, y se vuelve uno a dedicar a lo que generalmente más gusta de esta profesión, el impartir clase: a pesar de nuestra fama, a la mayoría de los profes nos revienta la labor evaluadora, se lo aseguro, y personalmente uno odia la burocracia que lleva implícita, el miedo a estar cometiendo una injusticia por aplicar a rajatabla unos criterios generales impuestos que muchas veces no atienden a las circunstancias personales...

    En fin, que no les voy a llorar más y a ver si la próxima parida tiene un tono más ligero. Nótese cómo hábilmente he evitado hablar de la pésima imagen social de nuestro colectivo y he pasado de intentar defenderme de la misma... si un día me apetece, le dedicaré una parida y si no... pues no pasa nada.

    Permanezcan atentos a esta sintonía.


Imagen tomada de http://www.communitychurchsyv.org